Llach y sus canciones ilustradas
A quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. Y si son dos, imaginen lo bien cobijado que queda uno. En este caso, Lluís Danés, que firma la dramaturgia y la dirección de Tranuites Circus, un efectista, y eficaz, espectáculo de teatro visual que en su estreno levantó al público de sus asientos y que, una vez visto, hubiera entrado perfectamente en esa línea de teatro familiar que tanta notoriedad ha adquirido en la programación del TNC esta temporada.
Tranuites Circus se levanta sobre la música y las letras de Lluís Llach, que se ha integrado perfectamente en la propuesta escénica. Una propuesta que arranca, justamente, con su presencia micrófono en mano y cantando Somniem, y para la que ha adaptado las canciones dándoles, en ocasiones, mayor grosor orquestal para que envuelvan las imágenes que se fabrican en el marco de una muy acertada escenografía del propio Danés y una iluminación y vestuario acordes al imaginario que se nos quiere presentar.
En suma, una buena combinación de los elementos que dan empaque visual a un espectáculo y al que hay que sumar la colaboración de Marta Carrasco. Si bien en el programa de mano figura como colaboración en la dirección del movimiento, déjennos pensar que su contribución ha sido mucho mayor, o bien que Danés la ha vampirizado. Y lo decimos tanto por el lenguaje gestual de los intérpretes, en el que se detectan claramente los códigos de Marta Carrasco, como por los perfiles de algunos personajes. Sea como fuere, Carrasco es, a nuestro modo de ver, una aportación fundamental para dar vida a estos trasnochadores que ilustran con sus acciones las canciones de Llach. Dicho esto, quede claro que, a nuestro entender, más allá de la plasticidad, la belleza de algunos cuadros y del inteligente uso del espacio escénico, el supuesto discurso reivindicativo que se describe en el programa de mano queda reducido a las letras de las canciones: Sí, inevitablement el somni d´avui com a possibilitat del demà o Un himne per no guanyar, por citar dos ejemplos.
Sobre esa plaza otoñal alfombrada de hojas secas de plátano vuela una y otra vez Fura, una artista de gran elegancia y gracilidad que construye preciosas coreografías aéreas, sobre todo en el aro y en la tela. En lo que a la parte circense se refiere, Fura es determinante. Junto a ella, la contorsionista Ane Miren con poco papel pero con un número sobre la música de Viatge a Itaca de lo más tiernudo. Manuel Alcántara no sólo se exhibe como funambulista sobre un alambre en movimiento, sino que demuestra una muy notable capacidad actoral.
Santiago Fondevila
La Vanguardia 05/01/2007
A quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. Y si son dos, imaginen lo bien cobijado que queda uno. En este caso, Lluís Danés, que firma la dramaturgia y la dirección de Tranuites Circus, un efectista, y eficaz, espectáculo de teatro visual que en su estreno levantó al público de sus asientos y que, una vez visto, hubiera entrado perfectamente en esa línea de teatro familiar que tanta notoriedad ha adquirido en la programación del TNC esta temporada.
Tranuites Circus se levanta sobre la música y las letras de Lluís Llach, que se ha integrado perfectamente en la propuesta escénica. Una propuesta que arranca, justamente, con su presencia micrófono en mano y cantando Somniem, y para la que ha adaptado las canciones dándoles, en ocasiones, mayor grosor orquestal para que envuelvan las imágenes que se fabrican en el marco de una muy acertada escenografía del propio Danés y una iluminación y vestuario acordes al imaginario que se nos quiere presentar.
En suma, una buena combinación de los elementos que dan empaque visual a un espectáculo y al que hay que sumar la colaboración de Marta Carrasco. Si bien en el programa de mano figura como colaboración en la dirección del movimiento, déjennos pensar que su contribución ha sido mucho mayor, o bien que Danés la ha vampirizado. Y lo decimos tanto por el lenguaje gestual de los intérpretes, en el que se detectan claramente los códigos de Marta Carrasco, como por los perfiles de algunos personajes. Sea como fuere, Carrasco es, a nuestro modo de ver, una aportación fundamental para dar vida a estos trasnochadores que ilustran con sus acciones las canciones de Llach. Dicho esto, quede claro que, a nuestro entender, más allá de la plasticidad, la belleza de algunos cuadros y del inteligente uso del espacio escénico, el supuesto discurso reivindicativo que se describe en el programa de mano queda reducido a las letras de las canciones: Sí, inevitablement el somni d´avui com a possibilitat del demà o Un himne per no guanyar, por citar dos ejemplos.
Sobre esa plaza otoñal alfombrada de hojas secas de plátano vuela una y otra vez Fura, una artista de gran elegancia y gracilidad que construye preciosas coreografías aéreas, sobre todo en el aro y en la tela. En lo que a la parte circense se refiere, Fura es determinante. Junto a ella, la contorsionista Ane Miren con poco papel pero con un número sobre la música de Viatge a Itaca de lo más tiernudo. Manuel Alcántara no sólo se exhibe como funambulista sobre un alambre en movimiento, sino que demuestra una muy notable capacidad actoral.
Santiago Fondevila
La Vanguardia 05/01/2007
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