18/11/2007 SIETE X SIETE // PAU ARENÓS
Mi nariz de payaso
PAU ARENÓS
Me he reconciliado con el circo gracias a Tortell Poltrona y el Circ Cric, que ha levantado la carpa nómada en la plaza de Margarita Xirgu, frente al Teatre Lliure. Un espacio idó- neo: artes antiguos y hermanos, el teatral y el circense, funcionan de forma simbiótica. El Cric forma espectadores que después entrarán en el Lliure. Àlex Rigola, las patillas de hacha y el apellido de pastilla suiza, no debería dejar pasar la oportunidad de clavar la carpa en ese espacio de manera permanente.Fui un niño al que le maravillaba el circo y que permanecía enganchado a la silla cuando Charlie Rivel aullaba. El quejido recorría la espalda y dejaba un rastro inquietante y desabrigado. Como el resto de mi generación, se corrompió un poco con los payasos de la tele. La muerte prematura de Fofó nos dejó en las manos inmisericordes de Milikito: tendríamos que haber presentido Médico de familia. Cada Navidad llegaba a Vila-real un circo cochambroso con la carpa zurcida. Construían la pista en el mismo lugar que en verano ocupaba la plaza de toros por- tátil. El olor a animal enfermo sigue pegado a mi piel. La pesadilla de los leones desdentados. Y, al fin, ya de mayor, el Cirque du Soleil, con una frialdad que descorazona.Lo de Poltrona y su troupe es otra cosa. Emociona el payaso Leandre, el de la cara despintada, y sobrecogen las acrobacias. Las valientes son mujeres. Marie-Claude Roulez, deslomada en la rueda alemana. Carol Correa, colgada de la cuerda, y Ruby Rowat, soltándose del trapecio.Mi vieja nariz de payaso, comprada en un show de Jango Edwards, estaba roída. He estrenado una nueva, roja, intimidante, subversiva
Mi nariz de payaso
PAU ARENÓS
Me he reconciliado con el circo gracias a Tortell Poltrona y el Circ Cric, que ha levantado la carpa nómada en la plaza de Margarita Xirgu, frente al Teatre Lliure. Un espacio idó- neo: artes antiguos y hermanos, el teatral y el circense, funcionan de forma simbiótica. El Cric forma espectadores que después entrarán en el Lliure. Àlex Rigola, las patillas de hacha y el apellido de pastilla suiza, no debería dejar pasar la oportunidad de clavar la carpa en ese espacio de manera permanente.Fui un niño al que le maravillaba el circo y que permanecía enganchado a la silla cuando Charlie Rivel aullaba. El quejido recorría la espalda y dejaba un rastro inquietante y desabrigado. Como el resto de mi generación, se corrompió un poco con los payasos de la tele. La muerte prematura de Fofó nos dejó en las manos inmisericordes de Milikito: tendríamos que haber presentido Médico de familia. Cada Navidad llegaba a Vila-real un circo cochambroso con la carpa zurcida. Construían la pista en el mismo lugar que en verano ocupaba la plaza de toros por- tátil. El olor a animal enfermo sigue pegado a mi piel. La pesadilla de los leones desdentados. Y, al fin, ya de mayor, el Cirque du Soleil, con una frialdad que descorazona.Lo de Poltrona y su troupe es otra cosa. Emociona el payaso Leandre, el de la cara despintada, y sobrecogen las acrobacias. Las valientes son mujeres. Marie-Claude Roulez, deslomada en la rueda alemana. Carol Correa, colgada de la cuerda, y Ruby Rowat, soltándose del trapecio.Mi vieja nariz de payaso, comprada en un show de Jango Edwards, estaba roída. He estrenado una nueva, roja, intimidante, subversiva
Comentaris