Espectacle o somni?
La veillée des abysses és un dels pocs espectacles que per res del món voldria que se m'esborressin de la memòria sensible, com no voldria que se me n'esborressin els escassos somnis que algun cop se m'han fet realitat.
El protagonista de la novel·la Le seuil du jardin d'André Hardellet aprofita el llindar entre la vetlla i el son, aquell moment tan propici per al somieig que tant van cultivar els surrealistes en els seus processos de creació automàtica. Per entrar en estadis intel·lectuals, el fill de Jean-Baptiste Thiérrée i Victoria Chaplin diu que no s'inspira en els somnis, però lliure i juganer, fa entrar l'espectador en estadis sensorials propers al somni tot abocant-lo al llindar del que és possible realment i del que només és possible si sabem situar-nos en una altra dimensió. Per conduir-nos a aquest llindar, ell i els seus magnífics actors i actrius excel·leixen en una gran diversitat de tècniques (mim, acrobàcia, humor, il·lusionisme, cant, poesia visual i potser més). L'escena de la contrasenya a la porta del jardí, seguida de les contorsions de la gasela Raphaëlle Boitel, és un regal dionisíac. Si la polimòrfica escena del sofà és una avançada revisitació del primer cinema d'animació, el duel de James Thiérrée amb una cadira és una lliçó magistral per a pallassos contemporanis pel que fa a idees, evolució, tempos, nivell interpretatiu i exploració de recursos.
Algú s'hi esperava més circ-circ. Un altre hi descobria la superació de Marceau. Un tercer es queixava de massa bagatge Thiérrée-Chaplin. Diu Thiérrée fill que intenta trobar un pas entre l'univers del teatre i el del cinema. Jo els asseguro que m'és ben igual la procedència i la proporció dels ingredients d'aquest somni. Abans-d'ahir, l'AVUI deia que La veillée des abysses és imprescindible. Jo avui encara diria més: és absolutament imprescindible.
Jordi Jané
Avui 28/09/2007
Poéticos abismos
Sólo hay que sentarse y olvidar. Con la mente en blanco. Receptiva. Y, así, las personas y objetos que irán surgiendo de La Veillée des Abysses poblarán poco a poco este vacío con estímulos y recuerdos, con sugestiones y evocaciones inesperadas que querrán abrazarse a la experiencia de cada cual. Y cada cual, en este abrazo, notará el viejo, conocido temblor de la poesía.
La Veillée des Abysses,la última formidable creación de James Thiérrée (Lausanne, 1974), se presenta como un espectáculo fluctuante entre el circo y la danza. Debería añadirse que es también un dilatado estallido poético. Poesía de principio a fin. Y no tanto y exclusivamente poesía visual, elaborada mediante la composición de imágenes y objetos inertes. Ni siquiera con personajes que tratan de ofrecer hermosas estampas de psicodrama. La poesía de La Veillée des Abyisses nace de trasladar la dificultad circense a la vida cotidiana, de desafíar la lógica de los objetos con un dominio extraordinario del lenguaje corporal.
Aquel crío que viajaba con sus padres, Jean-Baptiste Thiérrée y Victoria Chapllin, sorbiendo los estímulos del Cirque Imaginaire que nos visitaba en una de las primeras ediciones del fugaz Festival de Tardor, es hoy un joven adulto adiestrado en el más dificil todavía de una pantomima a pecho descubierto. Sin trampa ni cartón. Y con una caligrafía gestual extensísima, tanto, al menos, como la de su abuelo Charles Chaplin. A ratos, tan venturosa e ilustre ascendencia se hace del todo punto evidente en la actuación de Thiérrée Chaplin, prueba irrefutable del poder hereditario que tienen los genes en muchos casos, aunque no en todos. Ahí está, por ejemplo, José María Aznar, que nada de nada, por desgracia, heredó de su abuelo don Manuel. Un huevo y una castaña. En fin...
La Veillée... empieza y acaba con dos nocturnos espectaculares. En el primero, la tempestad arrastra hasta la escena a cinco criaturas desconcertadas ante el paisaje onírico que les envuelve, como una pesadilla. Una rueda gigante con la que se enfrentan la habilidad y el riesgo, la verja de un palacio invisible, un sofá que engulle a sus usuarios, un bestiario barroco y ultramundano, la cúpula del circo, con una enorme y desvencijada corona... componen una fantasmagoría objetual de la que cada artista obtiene valiosos réditos. De hecho, una parte sustancial del espectáculo trata del diálogo, del regate, de la pelea del hombre y la mujer con los objetos más insólitos. No obstante, es con los más comunes - una silla, un piano descalabrado...- cuando los actores-bailarines-acróbatas consiguen los efectos más llamativos.
Las evoluciones de la contorsionista y acróbata aérea Raphaëlle Boitel son de una alta calidad y una elegancia admirable. Thiago Martins, bailarín de caporeira, es la pura energía acrobática. Niklas Ek heredó de su padre Mats Ek - fundador del célebre Cullberg Ballet de Suecia- la capacidad de fusionar danza y teatro y su repertorio gestual tiene hallazgos imponentes.
Dentro del humor constante que destila La Veillée..., la soprano, pianista y actriz barcelonesa Uma Ysamat, asídua colaboradora de Carles Santos, nos regala, entre otros números, un soberbio, accidentado encuentro con un viejo piano.
Y, con todos ellos, el genio: James Thiérrée. Más allá del guión, más allá de la cuidada y vigorosa dirección del espectáculo, Thiérrée Chaplin sorprende por la ejecución de varias geniales pantomimas, una con una silla, otra peleando con sus manos y extremidades, dialogando luego con lo invisible de forma tan magistral y persuasiva que desata aplausos irreprimibles.
Joan-Anton Benach
La Vanguardia 28/09/2007
La veillée des abysses és un dels pocs espectacles que per res del món voldria que se m'esborressin de la memòria sensible, com no voldria que se me n'esborressin els escassos somnis que algun cop se m'han fet realitat.
El protagonista de la novel·la Le seuil du jardin d'André Hardellet aprofita el llindar entre la vetlla i el son, aquell moment tan propici per al somieig que tant van cultivar els surrealistes en els seus processos de creació automàtica. Per entrar en estadis intel·lectuals, el fill de Jean-Baptiste Thiérrée i Victoria Chaplin diu que no s'inspira en els somnis, però lliure i juganer, fa entrar l'espectador en estadis sensorials propers al somni tot abocant-lo al llindar del que és possible realment i del que només és possible si sabem situar-nos en una altra dimensió. Per conduir-nos a aquest llindar, ell i els seus magnífics actors i actrius excel·leixen en una gran diversitat de tècniques (mim, acrobàcia, humor, il·lusionisme, cant, poesia visual i potser més). L'escena de la contrasenya a la porta del jardí, seguida de les contorsions de la gasela Raphaëlle Boitel, és un regal dionisíac. Si la polimòrfica escena del sofà és una avançada revisitació del primer cinema d'animació, el duel de James Thiérrée amb una cadira és una lliçó magistral per a pallassos contemporanis pel que fa a idees, evolució, tempos, nivell interpretatiu i exploració de recursos.
Algú s'hi esperava més circ-circ. Un altre hi descobria la superació de Marceau. Un tercer es queixava de massa bagatge Thiérrée-Chaplin. Diu Thiérrée fill que intenta trobar un pas entre l'univers del teatre i el del cinema. Jo els asseguro que m'és ben igual la procedència i la proporció dels ingredients d'aquest somni. Abans-d'ahir, l'AVUI deia que La veillée des abysses és imprescindible. Jo avui encara diria més: és absolutament imprescindible.
Jordi Jané
Avui 28/09/2007
Poéticos abismos
Sólo hay que sentarse y olvidar. Con la mente en blanco. Receptiva. Y, así, las personas y objetos que irán surgiendo de La Veillée des Abysses poblarán poco a poco este vacío con estímulos y recuerdos, con sugestiones y evocaciones inesperadas que querrán abrazarse a la experiencia de cada cual. Y cada cual, en este abrazo, notará el viejo, conocido temblor de la poesía.
La Veillée des Abysses,la última formidable creación de James Thiérrée (Lausanne, 1974), se presenta como un espectáculo fluctuante entre el circo y la danza. Debería añadirse que es también un dilatado estallido poético. Poesía de principio a fin. Y no tanto y exclusivamente poesía visual, elaborada mediante la composición de imágenes y objetos inertes. Ni siquiera con personajes que tratan de ofrecer hermosas estampas de psicodrama. La poesía de La Veillée des Abyisses nace de trasladar la dificultad circense a la vida cotidiana, de desafíar la lógica de los objetos con un dominio extraordinario del lenguaje corporal.
Aquel crío que viajaba con sus padres, Jean-Baptiste Thiérrée y Victoria Chapllin, sorbiendo los estímulos del Cirque Imaginaire que nos visitaba en una de las primeras ediciones del fugaz Festival de Tardor, es hoy un joven adulto adiestrado en el más dificil todavía de una pantomima a pecho descubierto. Sin trampa ni cartón. Y con una caligrafía gestual extensísima, tanto, al menos, como la de su abuelo Charles Chaplin. A ratos, tan venturosa e ilustre ascendencia se hace del todo punto evidente en la actuación de Thiérrée Chaplin, prueba irrefutable del poder hereditario que tienen los genes en muchos casos, aunque no en todos. Ahí está, por ejemplo, José María Aznar, que nada de nada, por desgracia, heredó de su abuelo don Manuel. Un huevo y una castaña. En fin...
La Veillée... empieza y acaba con dos nocturnos espectaculares. En el primero, la tempestad arrastra hasta la escena a cinco criaturas desconcertadas ante el paisaje onírico que les envuelve, como una pesadilla. Una rueda gigante con la que se enfrentan la habilidad y el riesgo, la verja de un palacio invisible, un sofá que engulle a sus usuarios, un bestiario barroco y ultramundano, la cúpula del circo, con una enorme y desvencijada corona... componen una fantasmagoría objetual de la que cada artista obtiene valiosos réditos. De hecho, una parte sustancial del espectáculo trata del diálogo, del regate, de la pelea del hombre y la mujer con los objetos más insólitos. No obstante, es con los más comunes - una silla, un piano descalabrado...- cuando los actores-bailarines-acróbatas consiguen los efectos más llamativos.
Las evoluciones de la contorsionista y acróbata aérea Raphaëlle Boitel son de una alta calidad y una elegancia admirable. Thiago Martins, bailarín de caporeira, es la pura energía acrobática. Niklas Ek heredó de su padre Mats Ek - fundador del célebre Cullberg Ballet de Suecia- la capacidad de fusionar danza y teatro y su repertorio gestual tiene hallazgos imponentes.
Dentro del humor constante que destila La Veillée..., la soprano, pianista y actriz barcelonesa Uma Ysamat, asídua colaboradora de Carles Santos, nos regala, entre otros números, un soberbio, accidentado encuentro con un viejo piano.
Y, con todos ellos, el genio: James Thiérrée. Más allá del guión, más allá de la cuidada y vigorosa dirección del espectáculo, Thiérrée Chaplin sorprende por la ejecución de varias geniales pantomimas, una con una silla, otra peleando con sus manos y extremidades, dialogando luego con lo invisible de forma tan magistral y persuasiva que desata aplausos irreprimibles.
Joan-Anton Benach
La Vanguardia 28/09/2007
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