"Todos los vecinos se agolpaban en la plaza para ver la actuación de los artistas. La muchacha trepó al alambre y ejecutó unos cuantos ejercicios en la cuerda floja.¡Qué preciosa era y con qué gracia bailaba! Todos los que la vieron echaron monedas en la pandereta con que el hombre hacia la colecta entre el público, y todos aplaudían a aquella muchacha por su destreza y su gracia.
"Pero de repente se detuvo en medio de su número. Saltó a la tierra, se echó en ese banco que ustedes ven ahí, y yo me di cuenta de que estaba llorando y de que su rostro se había tornado pálido. La anciana, que resultó ser su madre, lloraba también. Me acerqué a ellas y pregunté qué les había pasado de pronto para llorar así,
"-¡Oh, Dios mío, Dios mío, ayúdanos!¿No nos abandones!-sollozaba la de más edad.
"-¿Es su hija?¿Está enferma?¿Se ha mareado?-Pregunté al observar la palidez de la joven.
"-No, mi hija espera un niño -dijo la madre, y se dirigió a mí suplicante-. ¿No podría usted cedernos una habitación?¿O tan sólo un rincón del establo donde pueda dar a luz?
"La chica seguía llorando desesperadamente, y el hombre corría de un lado a otro exclamando:
"-¡Dios mio, Dios mío!¿Que hacemos ahora?¿No habrá alguien que nos quiera ayudar?
"Se le veía fuera de sí de inquietud. Era el marido de la joven que estaba para dar a luz. Me precipité en casa a pedirle a mi madre que dejara entrar a aquella pobre gente, y recuerdo que me quede espantada al oír a mi madre, siempre tan bondadosa, rehusar:
"-Tú no sabes le que estás pidiendo, ¡Titiriteros en nuestra casa! ¡Imposible! No los quiero tener de puertas adentro.
"Pero yo insistí tanto , le supliqué hasta que por fin cedió.
"-Bueno, que suban al cuartito del desván donde colgamos las uvas y los melones
"Me acuerdo que en mi alegría la abracé exclamando:
"que buena eres, mamaíta!
" Y salí corriendo a buscarlos y a guiarles camino del desván"
Ahora también subimos todos: Teresina, el alcalde, los periodistas, los fotógrafos, mi mujer y yo. Las piernas no me sostenian, las rodillas se me doblaban al subir aquella estrecha escalera.
-Ésa es la cama donde nació el niño -indicó Teresina-Todo está exactamente como estaba aquel día, hace sesenta años Cuando nació el pequeño, el primero que vino a verlo fue el párroco. Traía una gallina hermosa para que le hicieran un buen caldo a la joven mamá. Además le dio un duro al padre. Luego todo el pueblo desfiló y todos le traían algo al recién nacido: ropa de abrigo, camisas, blusas.
Narració del naixement de Charlie Rivel, en el llibre "Pobre Payaso" de Charlie Rivel
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